En una tarde tranquila, cuando el sol se escondía lentamente detrás de las montañas, el viento susurraba suavemente entre los árboles. La naturaleza parecía descansar, y el mundo se envolvía en una paz serena.
En el centro del bosque, un pequeño arroyo serpenteaba entre las rocas, su agua cristalina reflejando los últimos rayos dorados del día.
Las hojas, bañadas en tonos anaranjados y dorados, crujían bajo los pies de aquellos que se aventuraban por el sendero.
Era un momento perfecto para detenerse y respirar, para apreciar la belleza simple de la vida y dejar que el estrés del día se desvaneciera como el sol en el horizonte.